El Poeta en el mundo es un músico. “Un poema es un caracol en donde resuena la
música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la
armonía universal” como revela el mismo Octavio Paz, pero también la poesía
es lo que vemos y somos, un íntimo diálogo, conjuro y ruta para acercarnos a
nuestra versión más real. “Un poema es un
faro iluminado sobre mil ciudadelas” lo menciona Charles Baudelaire, pero
también es sincronía con el milagro de la existencia como lo intuye José de
Jesús Camacho Medina (Fresnillo, Zacatecas, 1984).
Encontré en Octavio Paz que la poesía revela este mundo; crea otro. En Las Mariposas Esconden Dioses Bajos Sus
Alas de José de Jesús Camacho Medina, que el Poeta es un niño al acecho de las
mariposas, / de los
susurros más creíbles, /del brillo que ha de sobrevivir a las trincheras
siderales. El poeta da cuenta de lo que ve en el mundo: Entre campos resquebrajados, las mariposas son conjuros para las
grietas, / Yo creo, que debajo de sus alas se esconden Dioses, pues en el
sobrevuelo parecen reinventar al universo, / y presiente, en los pequeños
detalles: a rayos perdurables, como conjuros que rasgan la maleza. También el
Poeta alza la voz para resonar en el infinito cósmico, sus versos son plegarias,
música que deambula sin restricciones: Que
sepan en el océano sideral que quisimos escapar de lo invisible, y hacernos
gigantes con el corazón de por medio, /que se salvaguarde algún rayo como
códice de lo que fuimos /sin valla alguna para el retorno.
El poeta
busca emerger desde lo más recóndito, desde la vértebra: Háblame bajo el modo del contenido y no del envase, /dime todo aquello
que se resiste a salir, /la luna para brillar no requiere de maquillaje, /y su brillo es más notorio cuando se
aproxima. Y percibe que en las cosas más simples se encierran las verdades
más grandes, se sabe un sorbo de verdad: Soy
solo un Niño, / discípulo de caracoles y estrellas, / que suele divertirse
puliendo la roca, / que aprendió que el mundo está lleno de paraísos.
La vida es el poema andando, / es el poema que
se escribe así mismo, / nos dice el Poeta, y a la vez reconoce que la
poesía es lo más cercano a emular el milagro: No tengo estrofas en mi bolsillo que alcancen al sol, / ni rimas en mi
memoria que emulen el retorno de la golondrina, / lo mejor que tengo es esta
poesía, que aún, lejos, del aleteo de la mariposa, lo intenta.
Los poetas son mortales, y a la vez Dioses.
José de Jesús Camacho Medina reconcilia en su poesía a las paradojas más eludibles:
Al Principio
pensé que los Dioses, dispusieron más de una forma para que nosotros, los mortales,
nos sintiéramos Dioses, / después entendí,
que los mortales somos Dioses, en más de
una forma/. Y asegura que los mortales son Poetas, Metáforas ancladas al destino de otros, / prosas y rimas
confluyendo en algún poema.
El milagro
no es un espejismo, y el Poeta lo intuye en los pequeños detalles: Me pongo de pie y presto atención a frágiles
susurros, no le impongo vallas a la Catarina, busco balbuceos casi invisibles, reconoce
que de los senderos que los jueces
bautizan como absurdos; suelen brotar los milagros más inesperados. Y aún,
en pleno epicentro del caos reafirma: En
esta demarcación hay cabida para el
milagro, /y aún, en plena ardentía de sus vías, se es posible, destrabar tanto
drenaje. Más aún en la piel concluye:
En pastos, es que se fecunda al
milagro, / el simposio es de caricias, de contactos, que enjaulan a la niebla. Para el
Poeta la lluvia que abunda en el
universo tiene remedio: La conjunción. No
necesitamos ser aves para sobrevolar más allá de la cumbre, / tejer la piel, es
el único rito capaz de conjurar la gravedad.
El Poeta se sabe paradoja, un científico abandonando el camino
de la razón para ir en busca del milagro sobre otros prados, su barca roza en
los océanos de lo metafísico sin dejar
de hacer escalas en lo místico: Soy todo, soy nada, / soy realidad, soy ilusión, / soy
ánima que bebe agua de mi ofrenda, soy el
que pone una ofrenda a mi ánima, /. Escucha
ruidos, y lanza un alarido que hace cimbrar su universo: Hoy quiero situarme afuera de la caja, / ser una hoja con inmunidad
para el otoño, / una mariposa con alas para la noche. / Hoy quiero permanecer
inmutable, y en la cúspide, quiero ser la ficción más real.
La esperanza, no
es una cumbre que el Poeta ignore, encontramos en su poesía kilómetros de ella:
Avivo las brasas de fuegos marchitos en
inviernos que parecen extenderse, / no marcho a esconderme, ni desvanezco mis
signos/. Su epopeya es levantar columnas de entre los escombros: Entre fragmentos, soy partidario de las
columnas, de los monolitos que aspiren al cielo del azul con el que comulgan
los obeliscos. /
Y es al final de
un túnel empapado de espiritualidad, filosofía, nostalgia, esperanza, misterio
y amor, donde el Poeta reconoce que el manual del universo es un rompecabezas con infinitas piezas, / y que él, es un fósforo que se consume entre dedos inmunes al fuego, / que su luz: es como
una botella con mensaje; cruzando los arrecifes de un océano llamado inmensidad.
Los versos
de este poemario son un trabajo bien elaborado, con imágenes que hacen ascender
a cada escrito a una cumbre insospechada, ilustraciones poéticas que evocan al
color, la belleza y la pasión. En este trabajo artístico, prolifera la espiritualidad,
el misticismo, el amor y la esperanza. El poeta responde preguntas y le deja al
lector sus teorías pues asume que todos somos un sorbo de verdad: Soy
un sorbo de verdad, / me digo a mi mismo, / mientras deshago los nudos, más
enrevesados, de constelaciones lejanas.
En Las Mariposas Esconden Dioses Bajo Sus Alas
de José de Jesús Camacho Medina, hay respuestas a las preguntas más
inquietantes, pero también hay confidencias. Se erigen estandartes para sugerir que es irrelevante hacerse
preguntas pues el momento lo es todo,
todas las respuestas -anticipa el autor - pueden caber en el presente, en el aquí.
Es un privilegio, un
gusto, un honor el poder leer tu obra.